Encomendada a Christian de Portzamparc -ganador del Pritzker en 1994- la nueva bodega de la prestigiosa viña francesa debía reflejar el proceso de modernización por que el atravesaba y, al mismo tiempo, servir de homenaje a la historia del viñedo. Un edificio de hormigón curvo, con tanques del mismo material, cumplieron cabalmente con esas directrices.
El viñedo de Saint-Emilion es uno de los más antiguos y prestigiosos de Francia, cuyo origen se puede rastrear -esto según la versión oficial que aparece en el sitio web de la viña- al siglo IV D.C., aunque su periodo más laureado lo vivió durante gran parte del siglo XIX, hasta la segunda mitad del siglo XX. En efecto, en 1954, el Chateau Cheval Blanc recibió el “Premier Grand Cru Classé A”, la más alta distinción posible para vinos de esta casa
El año 1998, una nueva administración tomó control del viñedo, lo que significó todo un proceso de modernización que incluyó la edificación de una nueva bodega ubicada al lado del Chateau, para así “perfeccionar el proceso de producción de vino” que lleva a cabo la reconocida viña.
Así, Bernard Arnault y el barón Albert Frère (quien falleció en 2018), entonces dueños de la viña, contactaron al arquitecto francés Christian de Portzamparc, ganador del Pirtzker el año 1994, para que visionara esta nueva bodega. Su propuesta, se tradujo en un trabajo que, si bien modernizó el aspecto de este tradicional productor de vinos, refrescó su imagen gracias a un arriesgado diseño, que además contempló nuevas cubas para el mosto.
Tanques curvos de hormigón para mejor fermentación
Uno de los requerimientos que tuvo que cumplir de Portzamparc fue el diseño y la elaboración de tanques de hormigón para almacenar el vino que se produjese en el lugar. El pedido lo realizó el viticultor Pierre Lurton, director de la viña, quien abogó por el uso del material para la sala de fermentación de la bodega.
Para ello, el arquitecto diseñó tanques con espacios curvos para garantizar una mejor oxigenación del vino y favorecer el proceso de fermentación.
En total, se fabricaron 52 tanques de hormigón con el diseño dado por de Portzamparc, pero con la particularidad de que son de distintas dimensiones, las que dependen del tamaño del terreno del viñedo. Todas las especificaciones -los distintos tamaños y la forma curva de los tanques- fueron pedido expreso de Lurton, uno de los expertos en la elaboración de vino en cubas de este material.
Un edificio de líneas curvas para disfrutar del paisaje
El exterior de la bodega -también de hormigón- destaca por sus líneas curvas, que convierte a la vinería en un “promontorio-mirador que se extiende desde el château, al cual se puede trepar para admirar la belleza del paisaje del viñedo, forjado por la mano del hombre a lo largo de los siglos”, destaca la descripción del proyecto.
En ese sentido, cada línea de los muros exteriores tiene un propósito y “cada elemento ayuda a perfeccionar el proceso y práctica de la producción del vino”, explicaron desde el atelier del arquitecto.
De esta forma, la geometría de los muros prefabricados de hormigón contribuye a generar una atmósfera única al crear luz natural que emerge desde el suelo, la que va “pintando” a los muros de carga de la edificación y abarca a los tanques de la sala de fermentado, verdaderas esculturas de hormigón.
Consiguiendo un nuevo hito
La bodega de almacenaje se ubicó en el subterráneo del edificio, a modo de una cripta, y posee “una atmósfera completamente distinta con su muro abierto de ladrillo para facilitar la ventilación natural”, comentaron desde el estudio del arquitecto galo.
El proyecto, que abarcó 5.250 metros cuadrados, comenzó en 2006 y finalizó en 2011. Dos años más tarde, sería galardonado con el premio al mejor diseño por el Museo de Arquitectura y Diseño The Chicago Athenaeum.
“Aquí es donde se produce un vino excepcional y la modernidad -en la forma de arquitectura- va de la mano con la excelencia y la experiencia de generaciones”, destacaron desde el estudio de Christian de Portzamparc.