Diseñado por el estudio de arquitectura Diller, Scofidio + Renfro, este particular museo funciona en dos niveles: como un espacio abierto que invite a la comunidad a ser parte del edificio, cumpliendo a su vez con la clásica misión ser un lugar de preservación y conservación. Para conseguir eso, se utilizó hormigón, pero en una manera muy particular.
Lugares de exhibición, preservación y conservación de grandes obras y piezas culturales (o de objetos históricos, desarrollos tecnológicos o de la misma historia natural de un país), los museos parecen, en cierta medida, vestigios de eras pasadas: grandes palacios o edificaciones que se abren al público, aunque aislados del exterior.
Esa visión, común en épocas pasadas, se quiebra en la actualidad, donde se conciben a estos como lugares de encuentro de la comunidad y, por lo mismo, con amplios espacios comunes destinados a ese fin; más que un lugar de exhibición, son verdaderos centros que conectan a dos mundos desde un punto de vista más democrático y horizontal.
El año 2011, la fundación dirigida por Eli y Edythe Broad -matrimonio filántropo vinculado a una serie de obras para la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos- encomendó la misión de construir un museo que sirviese tanto para albergar la gran colección de arte de la fundación (más de 2.000 obras) y también, para la realización de una serie de actividades -exhibiciones temporales y talleres, entre otras- destinadas directamente a mejorar la calidad de vida de la comunidad.
Con ese fin, en 2013 se inició la construcción del “Broad Museum”, un espacio gratuito cuyo diseño, a cargo del estudio de arquitectura estadounidense Diller, Scofidio + Renfro, tuvo la misión de traducir la visión integradora de la fundación a una edificación moderna, integrada con su entorno.
Una “bóveda” y un “velo”
Uno de los aspectos más llamativos del museo es, de acuerdo con sus arquitectos, su doble programa, denominado como “el velo y la bóveda”. Esto, porque el edificio posee dos espacios bien definidos: uno destinado a exhibiciones públicas y almacenamiento que apoya las numerosas actividades de la fundación. Este espacio es “la bóveda”.
“La bóveda juega un rol significativo, moldeando la forma en que los visitantes pueden disfrutar de su visita al museo. Su gran masa opaca está siempre a la vista y por encima del edificio. Al interior, su figura curva moldea el lobby y dirige las rutas de circulación del público. Su parte más alta, es el techo de las galerías del tercer piso”, detallaron los arquitectos.
El “velo”, por su parte, es como se le denominó a la impactante fachada del museo. Esta estructura, que se alza en las esquinas, es una fachada porosa, con forma de panal que se extiende a lo largo de la galería del tercer piso, permitiendo así la entrada de luz natura filtrada. De esta manera, los visitantes acceden de inmediato a un lobby activo y a una tienda, para luego ingresar por una escalera a la “bóveda”.
En una entrevista reciente con el portal Dezeen, la arquitecta Elizabeth Didier explicó que el diseño del museo fue, justamente, para invitar a los visitantes a conocer el lugar. “No es como un museo tradicional. No existe esa sensación de autoridad. Cuando ingresas, nadie te dice dónde tienes que ir. No existe un mesón de informaciones ni de admisión. No pagas, es gratis. Se siente extremadamente cálido para el visitante”, dijo.
Hormigón como elemento principal
El uso de hormigón para la construcción del museo resultó fundamental, no sólo en términos estructurales sino también, en conseguir el diseño planteado por el estudio de arquitectura.
Por ejemplo, el “velo” que cubre al museo, se compone de unos 2.500 paneles de hormigón reforzado con fibra de vidrio (GFRC, en sus siglas en inglés), que se diseñaron en unos 380 moldes distintos utilizando softwares paramétricos. Así, los paneles de hormigón permiten que la luz ingrese al interior natural suficiente para poder apreciar las exhibiciones.
Al contrario, la “bóveda”, como se mencionó antes, es un bloque sólido fabricado también con hormigón, generando el contraste con el “velo” que cubre al museo.
Con una superficie poco mayor a los 11.000 metros cuadrados, además de una plaza pública de 2.230 m2, el Museo de la fundación Broad, conocido como “The Broad”, es una pieza clave no tan sólo para la comunidad cercana en su entorno, sino que para toda la ciudad de Los Ángeles, invitando a todos a conocer sus exhibiciones.