A más de una década desde su adjudicación, finalmente se abrió al público el edificio que alberga a la biblioteca central de Oslo. Se trató de un proyecto en el que sus arquitectos tuvieron que responder con ingenio a las limitantes urbanísticas del sector donde finalmente se emplazó la obra y en la que el hormigón brindó una interesante solución.
El año 2009, la ciudad de Oslo realizó un concurso internacional en el que participaron distintas oficinas de arquitectos para diseñar y edificar la nueva biblioteca de la ciudad. En esa ocasión, la firma local Atelier Oslo se adjudicó el proyecto junto a Lundhagem, comenzaron a diseñar la nueva cara de un edificio cuyo destino, de acuerdo a sus arquitectos, debía ser más que un albergue de colecciones de libros.
“Nuestra meta al involucrarnos en este proyecto, fue hacer una librería que pueda ofrecer una variedad de distintos espacios dentro de uno largo y continuo”, comentó el co-fundador de Atelier Oslo, Nils Ole Brandtzæg, al portal Dezeen.
De esta manera, a más de una década desde que estas oficinas de arquitectura, finalmente la biblioteca principal de la capital de Noruega fue inaugurada. Se trata de un edificio de 5 pisos donde está reunida una colección de 450 mil libros, dispuestos en un gran atrio iluminado que conecta los pisos y al mismo tiempo, los divide en pequeños espacios interiores.
“Creemos que logramos hacer con éxito un edificio que si bien es enorme, al mismo tiempo se siente íntimo, para que la gente pueda apropiarse de este espacio”, dijo el arquitecto noruego.
Voladizos y hormigón: el sello distintivo
La nueva biblioteca principal de Oslo está emplazada junto al Teatro de la Ópera de la ciudad noruega y ocupa un área de 19.600 metros cuadrados, un espacio limitado por caminos y regulaciones urbanísticas referidas a la altura de las edificaciones continuas al teatro. “Organizamos la construcción del edificio en torno las restricciones impuestas por esta regulación”, reconoció el co-fundador de Atelier Oslo.
De esta forma, ambas firmas de arquitectos aprovecharon las limitantes y las transformaron en una oportunidad única para generar un elemento distintivo en este edificio: los voladizos de sus pisos van saliendo de la huella del mismo para elevarse sobre el espacio público, generando así un aumento del espacio en superficie. Por ejemplo, el cuarto piso “sale” del edificio central cerca de 20 metros y forma el techo de una plaza, creando una cubierta protectora para la entrada.
Esta solución se transformó en el sello distintivo de la biblioteca central y fue posible gracias a la integración de metodología BIM y una interesante aplicación del hormigón en esta área: se “plegó” el material para la construcción del techo para entregar otro elemento de identidad a la biblioteca.
Para poder construir este voladizo y brindarle además de la apariencia, las resistencia requerida, desde la oficina de ingeniería que participó en el proyecto, Bollinger-Grohmann, explicaron que el “techo de hormigón plegado se realizó en forma de rampa, el que está suspendido gracias a la acción de barras de tensión. Esta “rampa” se estira en la forma de una larga escalera de espiral que va desde el piso cuarto al quinto y flota sobre la entrada principal de la biblioteca”.
Fachada y el hormigón integrado al espacio
Otro de los aspectos interesantes de la arquitectura de este gran proyecto fue cómo se abordó la fachada y cómo se integraron las distintas materialidades para generar este amplio espacio que, al mismo tiempo, pudiese albergar pequeños sitios para que fuesen descubiertos por los usuarios.
Primero, para lograr ese gran espacio continuo, se optó por una fachada compuesta por “3 capas, con largas luces. Parte de la fachada es 50% transparente y consiste de paneles de cristal laminados con juntas abiertas. La capa intermedia está formada por paneles de vidrio aislante formado por tres capas y la capa interna, funciona como cortina que dispersa la luz del día. Otro segmento de la fachada obedece al mismo principio, pero es 100% transparente”, subrayaron desde la firma de ingeniería.
En los pisos superiores, los arquitectos a cargo del proyecto dejaron una serie de espacios vacíos diagonales para que se combinaran con el atrio central y de esta forma, crearan una variedad de espacios internos. La incorporación del cielo, rampas y columnas de hormigón, además del distintivo “techo doblado”, dispuestos alrededor de estos espacios, finalmente dan forma a la identidad general de esta biblioteca.
“Estos espacios diagonales o “tragaluces” permiten la conexión de los pisos tanto de la biblioteca como del espacio público adyacente a la misma”, dijo a Dezeen Einar Hagem, arquitecto co-fundador de la oficina de arquitectura Lundhagem, también a cargo de este proyecto.
Sin dudas, la biblioteca principal de Oslo planteó, desde el punto de vista del urbanismo, un interesante desafío que fue resuelto de una manera innovadora, aprovechando al máximo el diseño y generando elementos de hormigón que, desde la arquitectura misma de la obra, enriquecieron el espacio colindante de este proyecto.