Estos particulares elementos, desarrollados con hormigones diseñados especialmente para mejorar e incrementar la vida marítima, se fabricaron bajo el alero de un programa de la agencia DARPA, de Estados Unidos, cuyo objetivo es innovar en infraestructura biológicamente híbrida que mitigue los daños y la erosión provocada los efectos del cambio climático en las zonas costeras.
No es misterio que, dada el actual escenario que enfrenta el planeta por el cambio climático, las zonas costeras son unas de las que se verán más afectadas debido al incremento de las aguas y la ocurrencia de fenómenos extremos cada vez en menores intervalos de tiempo, como marejadas inusuales, por mencionar uno.
En ese sentido, diferentes entidades gubernamentales y globales buscan construir estrategias que permitan hacer frente a dichos efectos, ya sea con propuestas de elaboración de políticas públicas, hasta la alianza con el mundo académico para desarrollar innovaciones tecnológicas que den respuestas efectivas a esta problemática.
Siguiendo esa línea, la Agencia de Proyectos de Investigación de Defensa Avanzados (DARPA, en sus siglas en inglés) de los Estados Unidos -una entidad gubernamental que lleva más de 60 años apoyando la innovación tecnológica para temas de seguridad nacional- creó el programa “Reefense”, cuyo objetivo es el “desarrollo de estructuras biológicamente híbridas, autorreparables, que imiten el comportamiento de los arrecifes de coral para mitigar las inundaciones costeras, la erosión y los daños de tormentas, los que amenazan cada vez más la infraestructura y al personal tanto civil como del Departamento de Defensa”.
Bajo esta premisa, la Universidad de Rutgers -una de las instituciones académicas que participa en este programa- desarrolló unas barreras de hormigón bastante particulares para la protección de la infraestructura costera: pueden repararse a sí mismas gracias que permiten la proliferación de ostras en sus estructuras, tal y como lo haría un verdadero arrecife.
Arrecifes artificiales de hormigón… y ostras
Los elementos de hormigón se instalaron el pasado 30 de octubre en las aguas de la bahía de Saint Andrew, en la base Tyndall de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, ubicada al noroeste del estado de Florida. Esta barrera, informaron desde la casa de estudios, corresponde a la primera sección de un arrecife diseñado a medida, que se compone de estas estructuras de hormigón diseñadas especialmente para este proyecto y bancos de ostras vivas.
“Esta primera etapa de la obra se compone de 800 tubos de hormigón interconectados que los científicos de la Universidad de Rutgers crearon en colaboración con colegas de diversas instituciones”, puntualizaron desde la institución académica en un comunicado de prensa.
Esta primera etapa del arrecife artificial tiene un ancho de 18,3 metros y los elementos de hormigón se instalaron en aguas poco profundas, a unos 60 metros de la costa.
Para los investigadores, el uso del hormigón en este proyecto es fundamental, ya que “brinda un sustrato duro, justamente lo que las ostras necesitan para acoplarse y además, el material se diseñó de manera específica para que más ostras graviten hacia las estructuras en el transcurso del próximo año, formando así estos arrecifes híbridos “vivientes” y resilientes”, explicaron desde Rutgers.
Innovando en materiales híbridos que protejan las costas
“Este experimento documentará la habilidad que los módulos del programa Reefense tienen para la protección y mejoramiento de la costa de la bahía para así, hacerla más robusta y resiliente”, afirmó el Dr. David Bushek, académico y director del Laboratorio de Investigación de Mariscos Hashkin de la Universidad de Rutgers.
Los módulos de hormigón -de 0,1m2 y con un peso de poco 204 kilogramos- se fabricaron con un hormigón especialmente diseñado para esta labor y de baja huella de carbono. Además, se cubrieron con ostras resistentes a enfermedades, las que se criaron mediante selección genómica. Se espera -dicen desde la casa de estudios- que así, las estructuras estabilicen y protejan las zonas costeras de forma más efectiva que las versiones naturales.
Otra de las particularidades de los módulos es que estos, al igual que los conos que absorben sonido en una sala insonorizada, poseen uno orificios que les permiten absorber y disipar la energía de las olas, protegiendo a la costa debajo y las zonas poco profundas que se encuentran más cerca de la línea costera. Estas estructuras de hormigón también obligan a las olas más grandes a romper más lejos, protegiendo aún más el área.
“Queríamos desarrollar una estructura de ingeniería ecológicamente funcional, que brindara la resistencia y la durabilidad de estructuras duras y al mismo tiempo, facilitara los beneficios que otorgan los organismos vivientes que colonizarán estos módulos”, explicó el Doctor Bushek. “Al hacerlo, hemos realizado varios descubrimientos y avances tanto en ciencia como en tecnología en años recientes”.