Ignacio Hernández, arquitecto y director de la AOA

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Las ciudades históricamente han atraído a buena parte de la población, gracias al mayor acceso a bienes y servicios. Hoy, Santiago, cuenta con más de siete millones de habitantes, quienes deben distribuirse en el mismo espacio. La construcción de sendos edificios que albergan a cientos de familias encendió las alarmas y en noviembre pasado la Contraloría declaró ilegales los “guetos verticales” de Estación Central, y ordenó paralizar las construcciones similares en curso. Pero, ¿cómo convivimos en una ciudad que no crece, en la que más personas quieren vivir? Ignacio Hernández, arquitecto y director de la Asociación de Oficinas de Arquitectos de Chile, conversó con Hormigón al Día y brindó su mirada respecto al ordenamiento de la ciudad en Chile, particularmente de Santiago y a la densificación como un tema a tratar. “Llevamos 50 años o un siglo de atraso en ese aspecto. El urbanismo tiene que hacerse cargo de resolver estos temas satisfactoriamente, y últimamente diría yo que no lo ha hecho muy bien”, señala.

¿Cuál es el rol de los espacios urbanos en la calidad de vida de los ciudadanos?

Los espacios públicos urbanos, el equipamiento urbano de veredas, calles, parques, plazas, etc., todo el espacio urbano y los bordes que lo definen (arquitectura, paisajismo o geografía) son fundamentales e indispensables para la calidad de la vida de quienes lo habitan y quienes lo sustentan y tiene que ver con que la calidad y nitidez con que están definidos esos espacios. La ciudad define la calidad de vida mucho tanto o más que la casa o la oficina donde tú trabajas. Una estupenda casa en un barrio descompuesto, mal abastecido, con problemas de salubridad, es un palacio aislado. En cambio, una vivienda muy modesta o una oficina muy modesta en un espacio grandioso, en una ciudad vital, vibrante, ordenada, limpia, dinámica, todo eso es mucho mejor. Se decía que los antiguos griegos eran austeros en sus viviendas y grandiosos en los espacios públicos y yo creo que eso sigue siendo importante. Si tú ves hoy en el ranking de ciudades con mejor calidad de vida, la primera es Viena, la segunda es Münich y Auckland, y casi todas son ciudades del norte de Europa o de Australia, Nueva zelanda, o Canadá. Todas tienen en común espacios públicos de calidad, abundantes, bien equilibrados y definidos

¿Cómo considera que eso se da en Santiago o en las grandes ciudades de Chile?

Santiago es una ciudad capital, viven más de siete millones de habitantes, por lo tanto la forma de vida de la ciudad afecta a una cantidad muy importante de ciudadanos. Cada ciudad tiene su atributo, su condición singular: una ciudad costera clásica naturalmente tiene que tener una relación importante con el mar, y vemos que no siempre es así. Valparaíso lleva un siglo sin llegar al mar: el muelle Prat es muy estrecho y el muelle Barón logra con cierta dificultad llegar al mar, pero es muy poco amable, y eso se repite en muchas ciudades. En el caso de Santiago tenemos algunos atributos naturales: cerros como el San Cristóbal, que es un parque de escala metropolitana. Tenemos un río Mapocho que está equipado en segmentos, con mejor equipamiento en las zonas de mayor poder adquisitivo y eso es una contradicción. Está muy bien que existan parques como el Bicentenario, pero esa es una población que tiene acceso a clubes privados, estadios de colonias, a gimnasios, patios en sus casas o en sus condominios. Lo bueno sería que tanto el Bicentenario como el Forestal, el parque Britania, el parque Renato Poblete y el parque de Los Reyes fueran un continuo y así se está planteando hoy. Pero llevamos 50 años o un siglo de atraso en ese aspecto. El urbanismo tiene que hacerse cargo de resolver estos temas satisfactoriamente, e históricamente diría yo que no lo ha hecho muy bien.

¿Y eso a qué se debe? ¿A falta de recursos, de voluntad política?

Yo diría que tenemos una estructura de ordenamiento de nuestras ciudades y una institucionalidad que está obsoleta. Ciudades como Santiago que son multicomunas, donde hay ministerios súper gravitantes como el de Vivienda y Urbanismo, Transportes, Obras Públicas, que no comulgan, no conversan y no están alineados en torno a un objetivo común. Entonces es una falta de gobernanza donde alcaldes y consejos municipales, cada uno con sus propias visiones que, por legítimas que sean, no conversan ni dialogan con la de las comunas vecinas y no hay una planificación en el sentido amplio del concepto que es planificar con diseño. Diría que hoy la política urbana la definen los municipios, mayoritariamente con el input de sus concejales  y sus alcaldes, y ellos tienen una sensibilidad hacia la política que la mayoría de las veces es cortoplacista. El planeta sigue creciendo en población, la gente sigue migrando del campo a la ciudad y ahora vendrá un segundo ciclo que es desde las pequeñas ciudades o ciudades intermedias hacia las grandes y consolidadas. Muchas de ellas languidecen si no tiene una condición especial que las haga progresar. Las personas que viven en esas ciudades van a seguir yéndose a las grandes ciudades porque ahí está el mejor acceso a educación, a trabajo, a salud, a servicios, entonces creo que por eso no ha ocurrido. Afortunadamente creo que hay una conciencia, una demanda ciudadana.

NECESIDADES

¿Cuál sería esa demanda?

En nuestro país la vivienda era una demanda urgente, y nublaba y bloqueaba todo el resto de las miradas. Hoy faltan 400 mil viviendas, pero 15 millones y medio de personas tienen acceso a una. La demanda ya no es solo de vivienda – aunque para quienes aún no la tienen sí sigue siendo urgente solucionarlo – todos los habitantes de Chile requieren mejores ciudades. La ciudadanía ya lo está demandando y ahora la clase política debe entender que ese es un desafío que hay que resolver. Todas las ciudades necesitan tener más actores con una gobernanza que los guíe, para que todos tengan derecho a plasmar su visión. El problema es que no nos escuchamos y cada uno intenta imponer su visión y descalificar a aquel que no la practica. O la evita o la menosprecia. Por ejemplo, los guetos verticales no existen como fenómeno en sí. Lo que existen son algunos, pocos, muy malos proyectos verticales, tanto como existen algunos pocos y muy malos proyectos horizontales. Al final la gente quiere estar cerca del Metro, de las fuentes de trabajo, de los barrios con mejor equipamiento y la densificación en esos casos es la respuesta no solo correcta, sino que ética, pero con proyectos bien ejecutados, con planificación urbana, con lo que le corresponde al municipio, a los ministerios, bien dirigido y supervisado.

¿Cómo podemos lograrlo?

Respetando todas las visiones y con gobernanza. Tenemos que quitarle poder a los alcaldes y consejos municipales en una dimensión. Por ejemplo, cuando el ministerio de Transporte hace inversiones como el Metro tiene que exigir que ese beneficio que se financia con impuestos de todos los chilenos llegue a todos quienes tienen acceso a él, no solo a quienes viven ahí. Pero esa mirada absolutista: vertical/horizontal, denso/no denso, no es muy conducente. Las ciudades con mejor calidad de vida son las que tienen una mixtura de usos, en las que el comercio, la vivienda, la oficina, el trabajo, el equipamiento están cerca, y hay que agruparlos, no queda otra solución mejor. Hoy la juventud y las nuevas generaciones prefieren vivir mejor conectados, con menos tiempo de conmutación. También hay personas que quieren vivir en los suburbios, que prefieren conmutar o tienen trabajos a distancia, y eso está muy bien. La ciudad tiene que responderle a todos, pero a todos bien. No a unos bien y a otros mal.

MODELO

¿Qué ciudades son un modelo que debiésemos mirar?

Escandinavia tienen un nivel notable de arquitectura, urbanismo y gobernanza, de cómo se integran los distintos actores en pos de un objetivo común y de una mejor ciudad. Son tecnológicamente muy sofisticados. Ahí hay un muy buen ejemplo para mirar. Suecia es más grande que Chile en población; Noruega y Dinamarca son más pequeños, pero son lugares de los que hay mucho que aprender. Australia y Nueva Zelanda tienen muy buenos modelos porque son ciudades nuevas en países nuevos, que es lo que nos pasa a nosotros. En cambio las ciudades alemanas son centenarias, tienen varios siglos de antiguedad, han pasado por guerras, se han reconstruido, pero son países con desarrollo urbano muy anterior al nuestro. Mirándolas a todas, creo que las del norte de Europa: Alemania, Noruega, Suecia, Dinamarca, ponen a la persona en el centro de la política. Nosotros necesitamos que el tablero donde se ordenan todas las unidades residenciales, de trabajo, de servicio, esté en un espacio al cual accedamos con alegría. Ir de la casa al trabajo y del trabajo a la casa no debiera ser una pesadilla, como lo suele ser. Hoy muy pocas personas viven cerca de su trabajo y pueden irse caminando por un parque, pero todos debieran tener acceso a disfrutar la ciudad, no solo de las unidades individuales, sino que todo sea parte de ese recorrido virtuoso.

Y cuando tenemos una ciudad como Santiago, ¿es posible hacer cambios? ¿Estamos a tiempo?

No solo es posible, sino que es ineludible. Los arquitectos muchas veces no podemos actuar en la ciudad, pero sí podemos actuar en los terrenos de los clientes, y tenemos mucho o poco que aportar si esos proyectos se suman virtuosa o egoístamente a la ciudad. Pero la política, tanto a nivel comunal como central, necesita perseguir esto como un objetivo y creo que puede ser hasta fácil, porque Santiago es una ciudad muy baja, chata y extensa. El proyecto de unir el Mapocho como un gran parque es en sí mismo un proyecto potente, que si se persiste y se irradia no solamente con la construcción, sino que con equipamiento urbano, con transporte, con densificación y mirada urbanística de todo su borde, sería muy natural que el borde del Mapocho empezara a concentrar mayor densidad. Creo que hay mucho que hacer y no es tarde. Lo penoso es que mientras hoy día el Metro avanza y está próximo a inaugurar nuevas estaciones, o hay autopistas urbanas en construcción en el subsuelo, otras comunas estén restringiendo densidades, alturas, por una razón de sesgo, de prejuicio. Si tiene buenos argumentos, si se hace con raciocinio porque está excedida la densidad, lo creo, pero hoy veo mucha actitud caprichosa o populista, en muchos de estos organismos que limitan porque es popular limitar, como si las inmobiliarias fueran perversas, y no es necesariamente así.

Si tuviera recursos ilimitados, ¿qué sería lo primero que haría para genera un cambio potente en la ciudad?
Si me dieran recursos y poder amplio, haría una extensión de las líneas del Metro y mejoraía el espacio publico a nivel comunal. Hoy las líneas ya constituyen una red de transporte. Hasta hace poco o desde el inicio era un servicio al que accedían unos pocos santiaguinos, pero eso ha ido avanzando hacia una red. Mantendría el crecimiento de esa red, densificaría mucho mejor. En Santiago hay zonas extensísimas con barrios subutilizados y construcciones muy obsoletas. Compactaría en aquellos sectores donde el transporte lo permite, arrinconaría cada vez más al automóvil. Dejar el automóvil es una solución pero necesita un transporte público de calidad, con red de metro, ciclovías, facilitando la mixtura de usos. Y el espacio público se lo iría quitando al auto para devolvérselo al ciudadano.

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