Hormigón & arte

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Conocido por su dureza, el hormigón debe ser uno de los materiales que se encuentra en mayor proporción en las obras de construcción a lo largo de los siglos. No obstante, esta materialidad también conlleva una productiva historia ligada a la historia del arte como soporte estético.

Considerado un material tosco, poco decorativo para muchos, cuyas terminaciones parecen desprolijas, el hormigón en Chile también resalta su historia ligada a la belleza y al espacio público como elemento decorativo.
Uno de sus representantes en el país es el escultor, además de pintor y dibujante, Federico Assler, cuya obra escultórica es reconocida por su integración con la arquitectura, el urbanismo y el diseño paisajístico. Entre sus preocupaciones fundamentales está el ocupar el espacio, en el sentido de habitarlo, y donde sus obras viven y forman parte de las relaciones con el entorno y con el hombre.

Fue en su taller Roca Negra, emplazado en Cajón del Maipo, que Assler descubrió el hormigón. En 1970, un amigo le regaló un bloque de poliestireno expandido, al cual le hizo un orificio con un cuchillo, agregando en su interior arena y cemento. Al día siguiente, lo rompió y emergió la obra. Así, comenzó a trabajar al revés, es decir, no la obra, sino el espacio donde iría inserta.
De esta manera, el artista encontró una forma nueva de crear esculturas y solucionó el problema de instalar sus obras en espacios públicos. El hormigón resistía todo: la lluvia y el ajetreo de la ciudad. La escultura, según Assler, tiene que ser agresiva, generar impacto, entrar en contacto con la gente.

“Una de las características de Federico Assler es que consigue, con materiales que no son exactamente nobles, imprimirles una nobleza, partiendo por el hormigón que se ha usado por mucho tiempo en el arte, en la construcción, o con maderas de conglomerado, él les imprime una nobleza al material inimaginable. Bajo esta premisa, cualquier material puede estar asociado al arte, sin que sea éste el mármol de Carrara”, señala Laura Parrilla, Coordinadora de Exposiciones del Centro Cultural CorpArtes.

Otro sello del artista es su estudio profundo de los materiales. En ese sentido, Assler lleva trabajando con el hormigón desde hace muchos años, con lo cual tiene un manejo completo de dicho material. “Él trabaja, aparte del hormigón pigmentado, un hormigón líquido, lo que permite que este vaya ocupando todos los agujeros que él ha dejado en el molde”, prosigue Parrilla.

El hombre del hormigón, como se le conoce, no solo utiliza el pigmentado, sino también el degradado de colores en el hormigón. “Consigue sacarle el máximo provecho a este material, en todos los aspectos. Lo valioso de su propuesta es que logra, de una manera muy artística, pero sin perder su naturaleza rústica, darle un sentido estético al concreto”, señala Parrilla.

Y es que más que escultor, se autodenomina constructor, por eso la importancia para Federico Assler, que sus obras ocupen los espacios públicos, que de alguna manera el hormigón retorne a lo urbano, a la ciudad.

El procedimiento de realización de sus piezas no es un elemento menor. La mayoría son hechas desde el vacío, concebidas primero como negativo por medio de matrices (moldes generalmente de polietileno expandido los que son tallados en negativo y rellenados). El resultado son esculturas de hormigón de formas sinuosas, enlazadas por rectas y curvas múltiples que integran una sola unidad. Estructuras que se expanden vertical y horizontalmente con formas que se acercan a lo orgánico, que refieren simbólica y materialmente a lo andino.

El hormigón desde su estado líquido al sólido, se acomoda en los moldajes estructurados con fierros, sostenidos por maderas, encajonadas y generosas molduras de acero. Ahí, en lo profundo, el hormigón de Assler, logra dar forma a esta piedra contemporánea, como él la denomina, con una particular condición líquido sólida que permite readecuar expresivas formas abstractas.

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