Emplazado en el barrio de Nad Al Sheba, el que podría denominarse como el “casco histórico” de Dubái, este complejo educacional -obra del estudio de arquitectura Emkaan- agrupa varios domos de hormigón blanco como salas de clase, en un proyecto que busca reflejar la diversidad cultural que es posible hallar en esa zona de una de las principales ciudades de los Emiratos Árabes Unidos.
La localidad de Nad Al Sheba se encuentra al sur de la bahía de Dubái. Administrativamente, se divide en cinco barrios, cuatro de ellas con el mismo nombre y una quinta, denominada Ciudad Sobha. Por su ubicación, Nad Al Sheba está cerca de las partes más antiguas de este emirato, lo que se traduce en edificaciones más tradicionales en comparación a las que usualmente se ven en ese lugar.
En los últimos años, Nad Al Sheba se transformó en el destino predilecto de inversionistas inmobiliarios, desarrollando villas de lujo, ubicadas preferentemente en el distrito de Ciudad Meydan, junto con una serie de recintos deportivos de categoría mundial, entre los que destacan el Hipódromo de Meydan, un famoso campo de golf y el Club de Polo y Ecuestre de Dubái, además de otros espacios para diversos usos, los que atraen a miles de personas tanto a vivir a ese lugar de Dubái como también, a turistas fanáticos de esas disciplinas.
Precisamente, con la idea de reflejar y “dejar un testimonio del diverso paisaje multicultural de Dubái”, el estudio de arquitectura Emkaan llevó a cabo el proyecto de la Escuela Al Fanar, una obra “que trasciende las barreras de la arquitectura educacional tradicional”, comentaron desde el estudio en la descripción del proyecto.

Para ello, los arquitectos se inspiraron en formas no tradicionales -por ejemplo, la figura de los peces koi japoneses o el vientre materno- para crear “un espacio que no sólo sea útil a necesidades funcionales, sino también, empodere a los estudiantes a que sueñen, imaginen y crezcan”.
Un diseño que se nutre de distintas culturas
Visto desde las alturas, el plano de la Escuela Al Fanar revela paulatinamente una espiral “que hace eco tanto del camino que realiza el pez koi como del abrazo afectivo en los inicios de la vida”, puntualizaron desde el estudio Emkaan. Esto motivó a que las salas de clase -en rigor, domos más que salones propiamente tales- se dispusieran en grupos de a dos, tres y cuatro, alrededor de senderos serpenteantes que rodean jardines y zonas de juego.
“Cada curva y espacio se diseñaron para reflejar un lenguaje universal de inclusión, asegurando que la arquitectura resuene con un amplio espectro de orígenes culturales”, destacaron desde el estudio en la descripción del proyecto.

En ese sentido, si bien el plano principal de la escuela hace eco a las formas del recurrido que efectúa el pez koi (tradición cultural japonesa), los domos que constituyen las salas de clase se inspiran en la arquitectura islámica. Asimismo, desde el estudio informan que la disposición en curva del plano, además de los patrones del koi, también toma elementos del feng shui, incorporando aspectos de la cultura china en el diseño global del proyecto.
Hormigón como solución arquitectónica
Uno de los desafíos que planteó el diseño arquitectónico de la Escuela Al Fanar fue la materialidad. En un comienzo, desde Emkaan plantearon construir las salas de clase del colegio utilizando la técnica Cal-Tierra, “una metodología sustentable que utiliza sacos de arena para empoderar a los estudiantes a participar en la construcción de su propio espacio”, subrayaron desde el estudio. No obstante, regulaciones de resistencia al fuego impidieron utilizar esta técnica, lo que hizo que el material a utilizar fuese el hormigón.

“La transición al hormigón no fue sólo una solución de tránsito, sino una reinvención del proyecto. Permitió al arquitecto principal diseñar las icónicas aperturas superiores de los domos en la parte superior, invitando a la luz natural a ‘bailar’ en los espacios interiores, conectando a los estudiantes con el ritmo del sol y del universo. Esta elección de diseño resultó práctica y poética al mismo tiempo, ya que transformó un desafío en un lienzo de luces y sombras”, destacaron desde el estudio en la descripción del proyecto.
Para ingresar a los domos -en rigor, las salas de clase- el diseño contempló entradas en forma de arco, lo que también permitió a los arquitectos refinar la manera en que la luz natural ingresa a cada espacio.

“Quise que los niños sintieran el movimiento del sol, conectarlos con la naturaleza y el universo”, dijo Muhammad Obaid, arquitecto y fundador del estudio Emkaan. “Los obstáculos que enfrentamos se transformaron en oportunidades para crear algo realmente excepcional, reflejando las lecciones que esperamos enseñar: resiliencia, adaptabilidad y la valentía de seguir una visión propia”.
De esta forma, el lenguaje arquitectónico de la Escuela Al Fanar se convierte en una historia de adaptabilidad, donde las formas cónicas y del ábside en los domos de hormigón blanco rememoran a la antigua arquitectura faraónica, hasta transitar a modernas interpretaciones. Con un área de más de 2.000 m2, esta escuela trasciende a su misión de enseñar, convirtiéndose en un espacio que refleja la diversidad de la zona donde se emplaza.







