Centro de Innovación INES: Un espacio de hormigón rojo para la investigación y la integración

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Desarrollado por el estudio de arquitectura Pezo von Ellrichshausen para la Universidad del Bío-Bío en Concepción, este edificio de cinco pisos de hormigón rojo destaca no sólo por su particular color, sino también, por ser un volumen simple que, gracias a su diseño, va generando espacios irregulares que dialogan entre sí, permitiendo en un mismo plano un espacio comunitario abierto y varios cerrados, para la creación individual.

Para el quehacer académico, contar con espacios adecuados que permitan el desarrollo de investigaciones y que fomenten la creatividad y la colaboración entre distintas áreas del conocimiento, son fundamentales para que se transformen en lugares que sobrepasen su dimensión académica y, finalmente, generen vínculos con la comunidad que les rodea.

Esa es la idea del Centro de Innovación Universidad del Bío-Bío, “un espacio para fomentar la creatividad, la innovación y el emprendimiento a nivel de escuelas, liceos y universidades, donde profesores, académicos e investigadores e investigadoras se vinculen con las empresas, el Estado y la sociedad civil. En definitiva, un espacio abierto a toda la comunidad”, destaca la información en el sitio web de la casa de estudio.

Ubicado el Campus Collao de la universidad, el concepto y ejecución del edificio -que se inauguró en enero de 2022- estuvo a cargo del estudio de arte y arquitectura Pezo von Ellrichshausen, dirigido por Mauricio Pezo (Chile) y Sofía von Ellrichshausen (Argentina), quienes se inspiraron en lo que trasciende al vocablo “inspiración” para desarrollar una obra simple, pero que respondiese a ese concepto.

Un edificio simple, pero con un diseño particular

“Este es un edificio aparentemente sencillo, estable y regular que contiene un interior exagerado e inesperado”, comentaron los arquitectos en la descripción del proyecto. “Este es el mundo de la innovación; un espacio continuo, fluido y abierto que traduce conceptual y perceptualmente el propio proceso creativo de las prácticas académicas, del desarrollo secuencial de la investigación formal o de la dimensión reversible y múltiple del conocimiento informal”, destacaron.

Para ello, el edificio se conformó con una serie de planos paralelos superpuestos que forman un volumen cúbico, al que atraviesa un cono cuyo centro está truncado. Esto, permite generar diversas alturas que se vinculan en todos los niveles del edificio.

“El edificio -detallaron los arquitectos- reconoce la necesidad de polarizar el tiempo de la innovación en al menos dos momentos: en una experiencia creativa basada en el ámbito social, colectivo e integrado y en otra experiencia más bien íntima, solitaria e individual. La estructura espacial del centro se basa en estas dos condiciones claramente diferenciadas”.

Esto, porque mientras el cono genera un vacío que se reduce a medida que se asciende por la edificación, lo que se traduce en un espacio abierto y social, los planos paralelos de distintas alturas construyen espacios privados, “que ocupan las esquinas de cada planta, en una figura de cuarto de círculo cuyo centro pivota alrededor de cada artista, creciendo inversamente proporcional a los vacíos centrales”, explicaron desde el estudio.

Hormigón rojo como elemento identitario del Centro

El Centro de Investigación Universidad del Bío-Bío -bautizado como INES- ocupa una superficie de cerca de 2.000 m2 y posee una interesante particularidad: se ejecutó completamente con hormigón armado de color rojo carmesí. Por ello, también recibió el nombre del “Edificio Rojo” por parte de la comunidad universitaria.

El edificio, que posee 5 niveles, exhibe en su exterior los forjados que, a su vez, generan cuatro fachadas, las que también dan la impresión de estar cruzadas por un cilindro inclinado, aligerando así la estructura completa del Centro. Esta organización, con espacios llenos y vacíos conviviendo en una misma planta, genera una suerte de conversación continua entre los distintos espacios interiores, los que no tienen jerarquías, posibilitando también múltiples usos de estos sectores.

“La diversidad y carácter del espacio resultante de algún modo promueve la dinámica de un trabajo son categorías (o con unas posiciones siempre cambiantes) entre profesores, alumnos, investigadores, empresarios y las comunidades locales”, destacaron los arquitectos.

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