Buscando reflejar el trabajo “orgánico” que realiza la escultora Alice Trepp y, al mismo tiempo, generar un espacio que se funda con el entorno de manera natural, el taller toma inspiración de los antiguos teatros griegos y de la herencia latinoamericana de la artista para generar una “cueva natural” de hormigón en medio del paisaje de la frontera entre Suiza e Italia.
Alice Trepp es una escultora que, desde hace varios años, transita entre Suiza y Ecuador, sus países de origen. Del último, toma inspiración para desarrollar obras hiper realistas que reflejan la cultura afrodescendiente del país latinoamericano, como muestra su más reciente exhibición, “Arte e identidad”, la que se estrenó durante el mes de marzo en el Museo Nahim Isaías, en Guayaquil (Ecuador).
Además de la escala -Trepp trabaja con figuras de tamaño real- la artista forja todo con sus propias manos, lo que brinda un carácter orgánico a su obra. Con esos antecedentes, la idea de construir un atelier para la escultora presentó un desafío en distintas aristas: por un lado, que refleje el enfoque que Trepp da a su trabajo y, por otro camino, que se integre al paisaje de Origlio, pequeña comuna suiza ubicada cerca de la frontera con Italia.
A esos desafíos dio respuesta el estudio del arquitecto Mino Caggiula, oriundo de Lugano, Suiza, con un atelier que, por sus formas, logra fundirse con el paisaje montañoso de Origlio y, además, consigue emular lo orgánico del trabajo de la misma Trepp.
Un espacio idílico marcado por el verde y las montañas
El taller se encuentra en las cercanías de Origlio, una localidad que posee un lago con el mismo nombre. “El lugar se caracteriza por tener una pendiente descendente suave, la vista de la pastura y el Monte Tamaro, además de lo fresco del aire gracias a la presencia del lago”, detallaron desde el estudio de arquitectura Mino Caggiula Architects, a cargo del proyecto.
En ese sentido, el atelier se construyó para que ajustarse de la manera más natural posible a los contornos que forma el paisaje del lugar. Para ello, el arquitecto se inspiró en los “antiguos teatros griegos que solían ubicarse en las pendientes de las colinas, a menudo en locaciones que ofrecían al mismo tiempo vistas fascinantes y espectaculares perspectivas”, comentaron desde el estudio.
Por lo mismo, la mayor parte del atelier se encuentra bajo tierra y su forma “se desarrolla a partir del análisis de las líneas de contorno y el plegado de dos de ellas hacia arriba, bajo las cuales se inserta la edificación, cortando así movimientos y espacios sinuosos”, describieron.
Una “cueva natural” de hormigón con guiños a Latinoamérica
Con un área de 454 metros cuadrados, el atelier de Alice Trepp destaca por su forma curva tanto en muros como en el techo, mientras que su interior va acomodándose a dichas líneas que, finalmente, permiten al taller fundirse en el paisaje que le rodea.
En ese sentido, “los volúmenes toman la forma de hojas levantadas desde el suelo, por lo que la arquitectura del taller parece formar parte de la misma tierra”, comentó el arquitecto.
La elevación principal del taller se compone de una fachada de cristal, ubicada bajo dos colgantes fabricados con hormigón. Esta fachada permite el ingreso de luz natural al interior del edificio y, además, es la que aporta las vistas más impresionantes del paisaje donde se inserta el atelier.
“La simbiosis con el contexto se enfatiza por la presencia continua y esencial de la vegetación, que transforma a la villa en una gran expansión del espacio, con una abertura. En ese sentido, el atelier se asemeja a una cueva natural con su cenote -el que se hizo pensando en la herencia latinoamericana de la artista- al aire libre en el que la luz y el verde se hunden, reflejando y refractándose en una piscina que crea un espectáculo de luces, vibraciones y sonidos”, detalló el estudio.